sábado, 29 de enero de 2011
MARCO ANTONIO HOFFMANN, PIONERO DE LA AGRICULTURA BIODINÁMICA
Marco fue uno de los pioneros de la agricultura biodinámica en Brasil. Se graduó como Ingeniero agrónomo en 1975, en la Universidad Federal de Rio Grande del Sur y en 1979 completó una formación en agricultura biodinámica en Emerson College (Sussex- Inglaterra). Lo conocí en el Seminario de Maria Thun en Sao Paulo en 1982 evento que fuera el catalizador del movimiento biodinámico brasileño. Tuve la feliz oportunidad de trabajar como su practicante en 1983 cuando Marco era el responsable por la “Fazenda Palmeira” un empresa agrícola de 1000 ha y casi 1000 cabezas de ganado con plantaciones de arroz y frijol. La experiencia de la “Fazenda Palmeira” aunque corta, fue importante por ser uno de los emprendimientos pioneros de la biodinámica en Brasil y por desmitificar la equivocada idea que agricultura biodinámica solo se puede hacer en pequeñas áreas. Estando yo en el segundo año de agronomía siendo esta mi primera pasantía, convivir con él y su familia, una experiencia que marco mi vida en lo personal y profesional. Desde entonces desarrollamos una fraterna amistad. Hacer la mayor finca biodinámica de América Latina en su momento significaba un enorme desafío profesional y a Marco siempre lo motivaron los desafíos; entre 1984 y 1985 decidió ser el primer brasilero a trabajar en el Instituto de Investigación Biodinámicas de Alemania, a su retorno intento desarrollar un instituto de investigaciones semejante en Barueri cerca de Sao Paulo, posteriormente desarrolló su proyecto personal en la granja “Pie en la Tierra” en Hamburgo, Rio Grande del Sur en Brasil. Fue profesor en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Passo Fundo en Rio Grande del Sur en Brasil, en el área de la producción ganadera, trabajando en particular la cuestión de la agroindustria de leche, la producción de granos orgánicos, control alternativo de plagas entre otros. Gano notoriedad por su participación en congresos científicos y en la formulación de la legislación sobre producción de alimentos en el capítulo de "Producción Animal Sostenible". Fue también colaborador en la elaboración del docuemento de la Carta de la Tierra en la ECO92 en Río de Janeiro. En 1996, fundó la empresa de consultoría SUSTENTAGRO, que le dio visibilidad en Brasil y en el extranjero. Fue vice presidente de GESP – Grupo Ecológico Sentinela dos Pampas – Passo Fundo, y director de la ADB do Sul, Asociación Biodinámica del Sur (Brasil). Marco Hoffmann fue afectado por una enfermedad degenerativa rara, que comenzó a manifestarse durante sus últimos cuatro años de vida de forma crónica. Esta enfermedad fue inmovilizando sus movimientos físicos, aunque el razonamiento siempre quedo claro y lucido hasta el final. Marco fue un querido amigo y compañero, consejero y activista ecológico, que contribuyo de manera valiosa para la divulgación del pensamiento ecológico y de la agricultura biodinámica en Brasil y fue uno de los profesores pioneros del Curso Fundamental y guía para dos generaciones de agrónomos. Nos encontramos por última vez, en la hacienda Capão Alto das Criúvas en Sentinela do Sul por motivo do curso de preparados biodinámicos, donde junto Joao Volkmann tuvimos la feliz oportunidad de impartir el curso. En ese momento su salud ya estaba sensiblemente afectada, sin embargo esto no le impidió participar con alegría de una verdadera fiesta de preparados. Guardo de él esta imagen y de su valioso paso por nuestra Tierra con gratitud y afecto. A seguir reproducimos su articulo donde Marco presenta su pensamiento y fuerza de combativa y traedora de conciencia. LA EUFORIA CON LOS TRANSGÉNICOS Nos enfrentamos hoy a una euforia con los cultivos transgénicos. Los agricultores, la mayoría de la comunidad científica, los medios de comunicación y sectores gobiernos que no están directamente e indirectamente relacionados vociferan acerca de esta “maravillosa tecnología”. Despreciar e incluso acusar de “enemigos del progreso” a aquellos que se atreven a dudar, que la modificación genética, sólo puede traer beneficios, ya que en su opinión otra opción no es posible. Se trata de una onda avasallante contra la que ningún argumento parece ser lo suficientemente bueno. En la escena agrícola, una situación semejante sólo había ocurrido una única vez. La situación fue cuando fueron promovidos los agrotóxicos-plaguicidas. La euforia era tal que se hicieron inclusive declaraciones públicas contra la “lucha” a los parásitos humanos y se hacían discursos que dicha tecnología aumentaría la producción de alimentos y se lograría el sueño de acabar con el hambre. No había la menor posibilidad de que alguien dudara de esto. Una Nueva Era estaba comenzando, y sólo se veía grandes beneficios para la humanidad hacia el futuro. El DDT fue la joya de la corona en esos tiempos. Tomó mucho tiempo antes que los efectos nocivos de los agrotóxicos-plaguicidas y sus efectos colaterales fueran aceptados por la comunidad científica, e iniciara a estudiarlos. Lo que la ciencia desde entonces ha descubierto, nos permite decir que los plaguicidas han causado más daño que bien. Un estudio publicado en la revista Biosciense en 1992, por ejemplo, encontró que el estado gasta el doble en la recuperación de los daños causados por los pesticidas, del dinero que los agricultores estadounidenses se benefician por el uso de los mismos. Sólo para curar el cáncer y las hospitalizaciones por envenenamiento se gastan más de de $ 800 millones anuales. Los niños que nacen con deformaciones, los agricultores que terminan deprimidos, muchos de los cuales en suicidio, la contaminación del agua, la atmósfera, incluyendo el agotamiento de la capa de ozono, y la eliminación de los animales silvestres, principalmente de insectos, importantes en el equilibrio ecológico, entre otras cosas, durante décadas, han sido considerados un pequeño precio a pagar por el progreso. Tampoco se consideró ni se considera otro camino posible. Salvo una pequeña parte de la comunidad científica, que ha participado efectivamente en la búsqueda de alternativas, la ciencia en general ha hecho nada por cambiar esta tragedia, con la cual ahora convivimos. En la medida que seguimos vivos, aunque muchos sufren, y el “negocio vaya bien”, estamos experimentando el problema, sin tomar coraje para resolverlo. Nada hacemos para resolverlo, excepto con medidas paliativas. Hoy, sin embargo, una proporción creciente de la población busca una solución de este problema. Comienzan a consumir productos de la agricultura orgánica-ecológica-biodinámica, que se producen en armonía con la naturaleza. Sin embargo, una proporción aún mayor rechaza los alimentos transgénicos, esta porción muy significativa, entre el 25 y el 50% de la población en muchos lugares. Esta población desconfía de la ciencia, por eso no aceptan este nuevo producto que se les ofrece. No se ve en ningún lugar científicos preocupados por esta pérdida de credibilidad, y esto es más preocupante. ¿A Quién le interesa el descrédito de la ciencia? Los consumidores solo no quieren consumir transgénicos. Cómo garantizar que no va a pasar con los transgénicos lo mismo ocurrió con los agrotóxicos-plaguicidas, aunque con efectos diferentes? Quién sabe, diferentes y peores? Pero, de nuevo, la euforia sobre las posibilidades de negocio alejan cualquier tipo de atención y prudencia. Esta vez, sin embargo, si algo sale mal y sólo se descubre demasiado tarde, el daño podría ser mucho mayor y afectará a la misma ciencia. ¿Sera que sirve lanzar este aviso previo? o ¿seremos considerados simplemente presuntuosos?
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